Con un solo sorbo, este té excepcional le envuelve en calidez y amplía instantáneamente su perspectiva, ofreciéndole un momento de pura indulgencia. Ya sea la primera taza para despertar los sentidos, una pausa durante un ajetreado día de trabajo o un preciado momento compartido con la familia y los amigos, el té posee un poder misterioso: infunde suavemente calma y bondad en el cuerpo.
Existe una gran variedad de tés: té verde, té negro, té pu-erh y muchos otros, cada uno de los cuales se disfruta a su manera. Aunque todos los tés nacen de las hojas de la planta del té y cobran vida con el simple acto de verter agua caliente, queda una pregunta por responder: ¿Dónde se originó el té y cómo se descubrió?
En este artículo, le invitamos a explorar los fascinantes orígenes de su té favorito y a descubrir la historia del té japonés, una tradición que cautiva al mundo entero. Presentado con cuidado y claridad, profundizamos en cómo surgieron por primera vez estas amadas infusiones.
■ El suave mito del té - Los orígenes del té japonés
Hace más de 5.000 años, durante una época en la que la vida humana giraba en torno a la caza y la pesca, surgió una figura legendaria en la región de la actual provincia china de Hubei. Conocido como Shennong, recorría incansablemente las montañas y los campos, probando todas las hierbas y plantas silvestres desconocidas que encontraba, sin importarle si alguien se había atrevido a consumirlas.
A través de su intrépida exploración, Shennong identificó las plantas comestibles y transmitió este valioso conocimiento a la gente, sentando las bases para una comprensión más profunda de la naturaleza y la supervivencia. Cada día probaba docenas -a veces cientos- de plantas diferentes. Sin embargo, su dedicación tuvo un grave coste: un día, fue alcanzado por las toxinas de 72 venenos diferentes, retorciéndose en agonía como resultado de su incesante búsqueda de la sabiduría.
Al borde de la muerte, jadeando y aferrándose a duras penas a la vida, cogió una tierna hoja que exhalaba una fragancia fresca y estimulante. Se la llevó a la boca y se la tragó.
Aquella hoja no era otra que el brote joven de la planta del té.
Se dice que el tierno brote, una vez consumido, neutralizó los 72 venenos del cuerpo de Shennong, devolviéndole la fuerza y reviviendo su espíritu. Con la salud renovada, reanudó su búsqueda para probar y catalogar innumerables plantas en beneficio de los demás; cada vez que encontraba una venenosa, recurría de nuevo a la hoja de té por su poder curativo.
A partir de ese momento, la hoja de té pasó a ser venerada como una hierba medicinal que salva vidas, convirtiéndose gradualmente en una parte esencial de la vida cotidiana.
La leyenda de Shennong, conservada en textos clásicos como El Clásico del Té (Chajing) y otros escritos antiguos, sigue resonando en nuestras vidas hoy en día.
Aunque las hojas de té sirvieron en su día como antídoto milagroso que purgó los venenos del cuerpo de Shennong y le devolvió la vida, tendrían que pasar varios milenios para que esta venerada hierba medicinal evolucionara hasta convertirse en la querida bebida cotidiana que hoy conocemos simplemente como té.
De China a Japón: Los orígenes del té japonés
En China, el té comenzó como una forma de medicina. Fue hace más de 2.000 años cuando la gente empezó a hervir hojas de té para tomarlas como bebida.
En aquella época, el té era completamente desconocido en Japón. Sin embargo, a principios del siglo IX, durante la dinastía Tang, un monje japonés que había estudiado los métodos chinos de preparación del té regresó y presentó una infusión cuidadosamente preparada al Emperador como ofrenda de hospitalidad.
Este momento está reconocido como el registro más antiguo de la cultura japonesa del té, documentado en la crónica histórica Nihon Kōki (Crónicas posteriores de Japón).
El emperador Saga, que reinaba entonces, quedó profundamente impresionado por el té que le ofrecieron. Tanto es así que ese mismo año decretó el inicio del cultivo del té en Japón y ordenó que se presentara anualmente a la Corte Imperial.
Este momento marca el verdadero inicio del té japonés.
A principios del 800, el té se introdujo en Japón siguiendo un método de preparación chino: las hojas de té se cocinaban al vapor, se comprimían en densas tortas y luego se partían en trozos y se cocinaban a fuego lento con sal añadida cuando estaban listas para beber. Sin embargo, este estilo no se adaptaba al paladar japonés y no consiguió ganar popularidad.
Con el tiempo, el método evolucionó de forma natural: se cocían al vapor y simplemente se secaban las hojas de té frescas, lo que permitía prepararlas suavemente según las necesidades. Este método más delicado encajaba mejor con los gustos y sensibilidades japoneses.
Casi dos siglos después, en 1191, el monje zen Eisai fue el primero en dar a conocer al pueblo japonés el té y sus beneficios para la salud. Tras estudiar en China, trajo consigo el método de preparación del té en polvo -matcha- que estaba ganando popularidad allí.
Este método se extendió rápidamente por Kioto y Kamakura, sentando las bases de lo que se convertiría en la cumbre de la cultura japonesa del té: el chanoyu, el arte ceremonial del té. A partir de aquí, la cultura japonesa del té floreció y evolucionó hasta convertirse en una refinada tradición de belleza y atención.
¿Cómo evolucionó el método de preparación del matcha, introducido por los venerados monjes zen, hasta convertirse en el chanoyu,la Vía Japonesa del Té?
En la siguiente sección, "Ichigo Ichie: el significado más profundo de una reunión de té única en la vida"exploramos el espíritu del chanoyu y el arte del sencha, revelando las profundas intenciones que se entretejen en cada taza.